Iván Castiblanco Ramírez

Cada vez siento la mirada más perdida. O tal vez siempre lo estuvo. Así, mis fotos no son otra cosa que una constante búsqueda, no de lo real, no de la luz, no de la verdad, sino de lo que no veo bien, lo borroso, lo que está en medio de las sombras, lo otro, el Otro, que siempre escapa al obturador. Los que quieran ver una verdad en mis fotos, no podrán ver, entonces, nada nuevo, solo se estarán dando a sí mismos la razón, porque yo no he querido mostrar verdad alguna. Lo que he visto, o mejor, la experiencia de mi mirada no ha quedado en las fotos, allí hay apenas un rastro difuso, un espejísmo, una mentira. Voy al encuentro no para encontrar al Otro, voy al encuentro para sorprenderme, para aprender a mirar, para abrir la mirada, para dar a mirar. A la captura renuncio, prefiero ser amigo de la mirada perdida, esa que anda desprevenida, medio vagabunda, pero también curiosa e infantil. Prefiero escuchar antes que obturar. Prefiero no tomar las mejores fotos y mirar con los ojos desnudos. Prefiero la experiencia.

La verdad de mi fotografía es un secreto.